Esta fue una acción gratuita, como muchas otras. Le dije a Magali que fueramos al Museo Militar. Cuando entramos había un condor disecado, del tamaño de un hombre, me impresionó y luego varias cabinas de aviones. Llegamos al patio, pequeño para todas las máquinas de imprenta y y estos modelos de aviones de guerra, que lo llenaban. Quería que nos sentáramos en uno de ellos, y tejerle su cabello en una trenza. Cuando tienes trenzado el cabello y lloras, al menos la tristeza no queda en el corazón, eso decía alguna abuela.